Por mucho tiempo se pensó, que la mejor forma de disciplinar a los niños era mediante el castigo. En las últimas décadas se ha observado, que en muchos países los castigos físicos han sido prohibidos. Según los especialistas, un buen sistema disciplinario debe reforzar las actitudes positivas.
De este tema, que agobia a algunos padres, voy a hablar a solicitud de Lila, una seguidora de Alabama. Ella es una joven madre, con una niña de cinco años que a su parecer no es suficientemente obediente. Ella me comentó, que a veces no se siente apoyada por su esposo porque cree que él no es lo lo bastante estricto con ella.
Lila decidió comunicarse conmigo porque ella conoce muchos padres, que están de acuerdo con el castigo. De hecho afirman, que ellos eran castigados y creen que esta es la mejor forma que existe. Sin embargo, ella riñe mucho con su esposo porque él, no está de acuerdo con castigar a su hija.
Ella me dijo, que estuvo donde un psicólogo, y este le sugirió comenzar por implementar una relación afectuosa con su hija. Sin embargo, ella siguió pensando que el problema estaba en su hija por ser desobediente.
Le enfaticé, que el primer ejemplo que los niños siguen siempre son sus padres. Por ello, era importante que comprendiera la incapacidad de su hija para razonar en esta etapa, como un adulto. Para reforzar estos planteamientos, elaboré un dossier con algunas acciones propuestas por expertos, que le permitirían disciplinar eficazmente a su hija.
Dada la importancia de contar con una generación de relevo física y mentalmente sana, es necesario optimizar la disciplina infantil. Por ello, consideré importante compartir este artículo en mi blog.
La disciplina infantil a lo largo del tiempo
La palabra disciplina tiene su origen en el latín “discipulus”, cuyo significado es aprender. Esto puede enfocarse en pensamientos de enseñanza, conocimiento, aprendizaje. No obstante, ha habido un pensamiento o comprensión muy diferente en cuanto a la disciplina, el cual fue enfocado en un mal que debía ser corregido.
Desde hace siglos, la disciplina de los niños estuvo basada en el castigo. A inicios del siglo XX, en los Estados Unidos se popularizaron diversas filosofías de crianza. Sin embargo, se creó un clima confuso, donde los padres quedaban en medio del seguimiento de estas ideas.
Muchos teóricos sugerían ciertas metodologías estrictas para establecer adecuados hábitos alimenticios, de sueño o sociales. Sin embargo, otros empleaban métodos menos estrictos, concediendo un poco más de libertad a los niños.
El año 1946 fue publicado el famoso libro del Dr. Benjamín McLane Spock, Baby and Child Care (Cuidado del bebé y del niño). Él fue considerado el primer pediatra en estudiar psicoanálisis, para lograr entender las necesidades de niños y la dinámica familiar. Su obra animó a los padres a ser abiertos y amistosos con sus hijos, alejados de posiciones autoritarias.
No obstante, cuando la primera generación de los bebés criados bajo esta metodología mostró conductas rebeldes (décadas del 60 y 70), el Dr. Spock fue duramente criticado. Entre sus detractores se encontraba el psicólogo conservador James Dobson, quien fomentó estilos de crianza autoritarios.
Este hito marcó una clara línea entre los padres que azotaban a sus hijos, y entre quienes no lo hacían. De hecho, en la actualidad existe una división, entre quienes practican el castigo corporal y azotes en niños. Actualmente, muchos países del mundo consideran ilegal el castigo corporal doméstico.
Aspectos relevantes sobre la forma de disciplinar a los niños
Se podría decir que la regla de oro de la disciplina debe basarse en minimizar las frustraciones del niño para lograr un mejor comportamiento en ellos, en lugar de imponer alguna penalización. Mediante la disciplina, se enseña a los niños los valores para volverse adultos competentes e independientes.
Según la Academia Americana de Pediatría (AAP), para que un sistema disciplinario sea considerado efectivo, debe contener los siguientes elementos:
- Un ambiente de aprendizaje, caracterizado por proveer relaciones positivas y de comprensión entre los padres e hijos
- Estrategias para enseñar y reforzar comportamientos positivos
- Estrategias para minimizar y evitar los comportamientos no deseados.
Disciplinar a los niños de forma positiva implica guiarlos y enseñarlos, mediante una relación cálida y llena de confianza. Ello permitirá a los niños aprender lo siguiente:
- Conducirse adecuadamente para su edad en situaciones diversas
- Expresar, reconocer y manejar sus emociones
- Comunicarse y resolver problemas
- Confiar en las personas y llevarse bien con ellos
- Explorar el mundo que le rodea y fijar conocimientos.
Mejorando la disciplina de los niños
1. Construir una buena relación con los hijos
Según los expertos, una de las formas que existen para edificar una relación sana es conectarse emocionalmente con los hijos. Esto se considera el fundamento de una disciplina positiva y precisamente comienza en los padres.
De allí, la importancia de detenerse a pensar cómo reaccionar frente a los comportamientos y estado emocional de los niños. Verificar si los padres al sentir molestia, responden con enojo o calmadamente. Además, es importante determinar si es posible responder de otra forma (incluso sin levantar la voz).
En el caso de situaciones desagradables para los padres, se podrían incorporar frases que indiquen las cosas que no gustan, en lugar de preguntar qué le pasa. Es también muy importante, hablar con el niño acerca de sus sentimientos y de su comportamiento de una forma adecuada a su edad.
Es fundamental, demostrar respeto al niño, aunque se esté portando mal. De allí de reconocer sus sentimientos, manifestándole, por ejemplo: “Puedo ver que estás enojado”.
Evitar emplear el “no” muy a menudo. Es más eficiente expresar lo que se desea comunicar. Así, ante el grito del niño, poder decirle: “baja la voz”. Y si intenta pegarle a alguien decirle que coloque las manos a los lados.
Según los especialistas, pegar (sobre todo en la primera infancia) es una situación normal. Sin embargo, es importante buscar soluciones para ayudar al niño a reducir su frustración y modificar la manera de expresarla.
Es determinante reconfortar al hijo, una forma de lograrlo es colocándose por debajo o a la altura de sus ojos, inclinando suavemente su cabeza o tocándolo. Es recomendable también mirarlo con empatía, y no entablar discusiones con él. Más bien, demostrar que se le está prestando atención y escuchando lo que quiere decir.
2. Desechar las atribuciones negativas y enfocarse en el buen comportamiento
De acuerdo a la ciencia, una atribución negativa, es creer que el niño se comporta mal adrede. Quienes piensan así, pueden pensar que los actos involuntarios del niño, son intentos realizados con el propósito de molestar a los padres. Este tipo de padres, frente a situaciones de mal comportamiento tienden a ser más reactivos y enfadarse más fácilmente.
Estas reacciones muchas veces conducen a emplear estrategias disciplinarias ineficaces, conduciendo a conductas inapropiadas por parte del niño.
De allí, la importancia de evitar suposiciones erróneas acerca del niño. Es mejor escuchar su versión acerca de los hechos, a fin de no incurrir en otorgarle al niño ciertas atribuciones negativas, que predisponga a los padres contra él. Un ejemplo sencillo, son las rabietas que expresa el niño cuando no obtiene lo que quiere.
No obstante, la verdadera razón de fondo, es que aún no sabe regular sus emociones. Al tomar en cuenta estos elementos, es posible llegar a entablar interacciones más positivas con el niño. Además de ello, es necesario prestar atención a su buen comportamiento.
De hecho, es importante tomar en cuenta que cuando el niño muestre un comportamiento adecuado, felicitarlo de inmediato a fin de que aprenda a reconocer la atención positiva. Por ejemplo, compartir el postre con su hermano.
Es importante señalar, que al evitar situaciones negativas, y hacer hincapié en aspectos positivos, se favorece la creación de un ambiente agradable en casa.
3. Fija expectativas claras apoyadas en razones adecuadas
De acuerdo a UNICEF, una característica importante de la disciplina positiva, es que no enfatiza en el castigo. Más bien, procura generar una relación saludable con el niño, además de fijar expectativas reales de comportamiento.
Es importante resaltar que las actitudes positivas permitirán, que a futuro el niño enfrente adecuadamente los retos cotidianos. Esto le permitirá realizarlo, con buen estado mental y una competencia psicosocial equilibrada.
Es mucho más eficaz pedir al niño lo que se quiere exactamente, que decirle lo que no debe hacer. Asimismo, se deben fijar expectativas realistas, considerando la edad del niño. Por ejemplo, no sería factible pedir al niño que permanezca en silencio durante un día entero.
Aunque si sería más probable lograr, que permanezca diez minutos en silencio mientras la madre habla por teléfono, por ejemplo. Es además muy importante, establecer normas básicas claras, que posean límites y expectativas realistas. Es vital explicar siempre las razones que justifican dichas normas.
Se debe recordar, que el objetivo de la disciplina infantil conlleva el fomento del respeto hacia las demás personas, el autocontrol, incremento de la competencia y sentido de la autodirección. Sin esto, el niño podría ser incapaz de aprender a tomar decisiones sensatas, sin entender las razones que sustentan las normas familiares.
4. Explicar el porqué de las consecuencias en lugar de castigar
Aunque muchos padres no lo crean, los niños no necesitan castigos para aprender, si se ha cultivado buenas relaciones con ellos. De allí, la importancia de procurar darles una explicación del porqué algo está mal y tener paciencia hasta que logren aprender.
A veces, los niños no desean escuchar las razones que argumentan los padres, o simplemente tienen sus propias razones. Puede también ocurrir, que no estén en capacidad de atar cabos o razonar. En caso de que esto sea así, se debe escucharlos con atención además de comprobar la presencia de un punto común.
Si después de estos intentos no escuchan, es recomendable permitir que vivan las consecuencias negativas, si los padres saben que sea seguro realizarlo. A manera de ejemplo se puede destacar, que si el niño cree que no hacer los deberes escolares no acarrea consecuencias, optar por dejar que observe la reacción de sus maestros.
No obstante, si los padres notan que existen situaciones que ocasionan consecuencias peligrosas, es esencial dejarles muy claro, que los quieren mucho y no desean que cometan ese error. En este caso es imprescindible impedir a toda costa que lo hagan.
Incluso, se puede recurrir a suspender la mesada, o que se queden castigados. Pero es bien importante, explicarles que ello obedece a una protección frente al peligro.
5. Apoyar la autonomía
De acuerdo a los expertos, apoyar la autonomía significa favorecer de una forma activa que el niño pueda tomar iniciativas por sí mismo, liberándose del control. Cabe destacar, que la sensación de control de los humanos sobre la vida de cada uno, se considera una necesidad fundamental.
De acuerdo a los especialistas, se ha observado que los niños cuyos padres apoyan la autonomía, presentan menos problemas de conducta. Por ello, es importante justipreciar la disciplina positiva como una herramienta indispensable para que el niño sea más autónomo. Por supuesto, sin que se llegue a afectar negativamente su autoestima.
Así, la metodología recomendada por expertos para disciplinar a los niños, debe tener como fundamento la creación de relaciones que aporten confianza y autosuficiencia. Ello permitirá obtener las herramientas adecuadas para encarar problemas de su edad, tomando decisiones, disipando dudas y manteniendo una autoestima saludable.
Un ejemplo muy característico es la ducha, una rutina de higiene que muy pocos niños disfrutan. Posiblemente los padres puedan lograr, que un día el niño lo perciba como algo maravilloso pero al día siguiente se resista. Por ello es indispensable, lograr empatizar con sus emociones.
De esta forma se podría saber cómo lograr hacer, que él pueda captar que esta rutina deberá cumplirla diariamente sin que llegue a representar un proceso traumático.
6. Fomentar una disciplina coherente
Es importante considerar, que tan pronto los padres comienzan a disciplinar a su hijo, podría ocurrir que las contradicciones acerca de lo prohibido y lo permitido puedan generarle una enorme confusión. Este perjudicial efecto podría ocasionar, que finalmente el niño ya no desee obedecer a sus padres.
En otros casos, cuando el niño comienza a crecer, algunos padres adquieren una actitud totalmente permisiva, lo que ocasiona a la larga serios problemas de conducta en los pequeños.
Cabe destacar, que existen otras vertientes que también suelen ocurrir. Se trata de los padres, que de forma permanente emplean el “no” frente a cualquiera de las actitudes y acciones que realiza el niño.
Esto, lamentablemente posee consecuencias muy adversas, entre ellas un incremento de la inseguridad y una pérdida notable de la autoestima en el niño.
De allí la importancia de educar a los niños, empleando una disciplina positiva. Es decir, mantener normas completamente claras, correctas y bien definidas. Ello le posibilitará al niño desarrollar su capacidad de diferenciar los actos buenos de los incorrectos. Es en el fondo, una cuestión de coherencia.
De acuerdo a los expertos, los niños pueden establecer diferencias entre comportamientos buenos y malos desde etapas muy tempranas. Sin embargo, el ejemplo que brindan sus padres es fundamental sobre la formación de un sentido moral.
A manera de ejemplo, si los padres van a permitir que experimenten las consecuencias de no completar un proyecto escolar, tratar de cumplirlo. Por ello, no se debería regañar al niño, tampoco finalizar su proyecto o intervenir cuando lo esté haciendo.
7. Convertirse en padres modelo a seguir
Es muy importante considerar, que los niños aprenden por imitación. Ello lo hacen, observando a los adultos, familiares y profesores que los rodean. Por ello, lo que los padres hacen, deja una huella más profunda que lo que dicen. Según los expertos, el ejemplo de los padres constituye la mejor técnica de disciplina positiva.
De hecho, los niños aprenden a partir del lenguaje de sus padres (verbal y no verbal).
Por lo general, los niños desafiantes carecen de regulación emocional y autocontrol. Según los especialistas, dicho comportamiento agresivo muchas veces es ocasionado por su incapacidad para controlar sus emociones. De allí la necesidad de cuidar sobremanera el control emocional.
Por ejemplo, cuando el niño cometa errores, respirar hondo y despacio un par de veces, a fin de lograr calmarse antes de gritarle o molestarse.
Ello constituye un buen ejemplo de autorregulación, mostrando al niño como hacerlo. De hecho esto permite evidenciar, que las personas no deben alterarse aunque las cosas no resulten tan perfectas como se esperaban.
Concluyendo
La disciplina de los niños no ha sido nunca una tarea fácil de realizar. Desde tiempos inmemoriales se ha empleado la violencia como una forma de coerción, para intentar doblegar el comportamiento de los niños. Afortunadamente, en muchos países se ha logrado fomentar lo denominado por muchas instituciones y especialistas como disciplina positiva.
En ella deben estar presentes ciertos pilares fundamentales. Entre ellos se puede destacar, la presencia de una relación positiva, afectuosa y de apoyo entre el padres e hijos. Además de ello, se debe emplear el refuerzo para enseñar y consolidar comportamientos correctos.
Asimismo se debe permitir, que las consecuencias de los actos inadecuados permitan disminuir o erradicar el mal comportamiento.
Tomar en cuenta este refuerzo positivo disciplinario supone cumplir algunas sugerencias realizadas por los expertos. Entre ellas destacan: la construcción de una buena relación con el niño, enfocarse en su buen comportamiento, no albergar predisposiciones hacia él y apoyar su autonomía.
Igualmente, es importante fomentar una disciplina coherente, explicar adecuadamente el porqué de las consecuencias y convertirse en un modelo adecuado a seguir.
Para Lila la información recibida, la cual comparto en el post, fue muy apreciada. Ella me comentó, que al leerla con detenimiento, pudo comprender muchos aspectos de su propia personalidad.
En efecto, le impactó sobremanera el hecho, de que los niños imitan las conductas positivas y negativas de sus padres, así como el entorno familiar. Esto afortunadamente, le hizo cambiar por completo la forma de disciplinar a su hija. Es mas, me dijo que de ahora en adelante se enfocaría en construir una relación positiva, afectuosa y servir de apoyo a su hija.
“Se llegó a la conclusión de que el aumento de la frecuencia de los azotes se asociaba con un aumento posterior de la frecuencia de las conductas de externalización, que a su vez se asociaban con más azotes como respuesta. Esta interacción entre los azotes y el mal comportamiento se produce a lo largo del tiempo; cada interacción negativa refuerza las interacciones negativas anteriores como una espiral negativa compleja”
Dr. Robert D. Sege, PhD
Miembro de la Academia Americana de Pediatría
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https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9518050/
https://encyclopedia.pub/entry/34481
https://www.parentingforbrain.com/how-to-discipline-a-child/
https://www.healthychildren.org/english/family-life/family-dynamics/communication-discipline.aspx
https://www.understood.org/en/articles/7-ideas-for-using-rewards-and-consequences
https://medlineplus.gov/ency/article/002211.htm
https://www.verywellfamily.com/alternatives-to-spanking-1094834