¿Tener Siestas Muy Largas Podría Ser Un Signo De Demencia?


La siesta realizada durante el día, principalmente por la población adulta, ha experimentado una atención cada vez mayor. Muchos investigadores geriatras, se han dedicado a desentrañar los efectos de la siesta debido a su asociación con diversos riesgos de salud.

De este tema que preocupa a mucha gente hablo a solicitud de Kaitlyn, una seguidora de Carolina del Sur. Ella me comenta, que desde niña ha sido muy cercana con su abuela materna y ese sentimiento no se disipó ni aún con los quehaceres del día a día, incluyendo la maternidad.

Incluso, se ha reforzado con la presencia de sus hijos o bisnietos de su querida abuela. Ella se comunicó conmigo porque desde hacía unos dos meses había notado, que su abuela estaba prácticamente evadiendo su siesta posterior al almuerzo. Incluso, cuando por fin decidía realizarla, solo lo hacía por unos quince minutos.

Ella y su madre coincidían en que tomar la siesta siempre le ha hecho bien, pues a sus años se mantenía lúcida. Kaitlyn se comunicó conmigo, a fin de que le instruyera acerca de la siesta y sus efectos sobre la salud.

Al entender su preocupación, le dije que el tiempo que su abuela dedicaba a la siesta era correcto. Sin embargo, a los fines de entregarle mayor información le hice hincapié en algunos estudios actuales, que mencionan el peligro de las siestas prolongadas en adultos mayores.

Dado que la gran mayoría posee familiares de la tercera edad, decidí compartir esta información en mi página.

¿Qué tan común es la práctica de la siesta?

Las siestas se consideran episodios cortos de sueño, que se ha conservado evolutivamente en diversas especies diurnas.

Ello incluye desde insectos como las moscas, hasta mamíferos polifásicos (presentan una división del sueño en varias sesiones diarias). En estos casos, dichas siestas o sesiones de sueño realizadas a lo largo del día, evita largos períodos de inconsciencia. De hecho, dichos periodos breves de sueño permiten reducir la vulnerabilidad frente a los depredadores.

Se ha logrado establecer, que la siesta diurna es muy frecuente en las personas adultas. Esto ha sido común  en países mediterráneos, asiáticos y americanos, incluyendo muchos países latinoamericanos.

De hecho, en la sociedad actual es habitual la práctica de la siesta en trabajadores que cumplen horario nocturno, además de los pilotos de avión. Esto permite una mejoría del estado de alerta y rendimiento.

Se ha observado, que del 50 al 80% de los niños de tres años realizan la siesta de forma rutinaria. Sin embargo, se ha establecido que solo un 9% de los niños mayores de 5 años acostumbran dormir la siesta.

Se ha encontrado un hecho interesante: las siestas diurnas se incrementan un 40% en los adolescentes (14 a 19 años). Esto está influenciado por las necesidades crecientes de sueño, además de los desarreglos que impiden dormir adecuadamente durante la noche.

Los resultados de una encuesta nacional japonesa, mostró que el 41,7% de los jóvenes (20-39 años) y el 45,6% de los adultos de mediana edad (40-59 años) dormían la siesta. La mayoría declaró, que esto lo realizaban de forma ocasional, es decir una vez por semana.

A su vez solo el 11,7% de los jóvenes y el 14,4% de los adultos de mediana edad afirmaron realizar la siesta de forma regular. Es decir, más de cuatro veces a la semana.

La siesta como un mecanismo terapéutico

Según los expertos, el deterioro cognitivo incrementa significativamente el riesgo de la dependencia funcional. Además de ello, influye de forma importante sobre el deterioro de la calidad de vida en adultos mayores.

Así, los esfuerzos se han centrado sobre la duración óptima del sueño y de la siesta. Esto ha sido visto como un potencial para retrasar el deterioro cognitivo. De acuerdo a ciertos investigadores, la siesta que se realiza a mitad del día puede reducir el estrés.

Por ello, una siesta (así sea de pocos minutos) favorece la reducción del estrés. Incluso, puede aliviar las tensiones propias de actividades rutinarias (trabajo o estudio) y disminuir la tensión arterial.

Es importante mencionar, que muchos expertos coinciden en que la siesta podría favorecer la capacidad para recordar. Para la ciencia esto se relaciona con la propiedad que posee el cerebro de decantar las experiencias vividas. De esta forma, las cosas importantes pasan de la memoria de corto a la de largo plazo.

De allí, que sea muy válido realizar una siesta, luego de una sesión de aprendizaje o una conferencia. Esto según la ciencia, podría ayudar a retener información.

En estudios realizados con astronautas, se comprobó que la siesta también puede favorecer el estado de alerta. Incluso, elevarlo hasta en un 34% más que los que no toman una siesta.

Se sabe también, que la siesta puede disminuir los niveles de adenosina, una sustancia que estimula el cansancio. De hecho, al disminuir esta sustancia, la cafeína puede potenciar su efecto luego de una siesta.

El ritmo circadiano y su relación con el sueño

Es importante recordar, que las conductas de sueño saludables se cimientan en dos procesos fisiológicos básicos. Ellos logran interactuar, definiendo así los episodios de sueño por la noche y vigilia durante el día.

Son conocidos como impulso homeostático, responsable de regular la presión para conciliar el sueño e impulso circadiano. Este último, se encarga de regular el ritmo diario de sensación de alerta. De acuerdo a los estudios, el ritmo circadiano posee una notable influencia sobre la regulación del sueño y vigilia.

Es por ello, que la somnolencia de media tarde alcanza su punto máximo cerca de las 2 pm. De hecho se ha observado, que la mayoría de quienes realizan la siesta, lo hacen posterior al almuerzo. Sin embargo, los adultos mayores podrían quedarse dormidos a cualquier hora del día, a consecuencia del debilitamiento del ritmo circadiano.

Influye además el debilitamiento del impulso homeostático del sueño, frecuente en adultos mayores. Diversos estudios han permitido establecer, que la realización de la siesta en los adultos mayores posee mayor frecuencia que en los adultos más jóvenes.

Ciertas investigaciones realizadas en Japón, mostraron que la proporción de personas que dormían la siesta siete días a la semana era mayor entre los adultos de 60 años o más.

Una encuesta de la Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos muestra variaciones sustanciales entre ciertos grupos de edad. Allí se observó, que el 24% de los encuestados declaró dormir la siesta de 4 a 7 veces por semana. Este grupo tenía edades entre 75 y 84 años.

A su vez, tan solo un 10% del grupo de 55 a 64 años dormía la siesta de 4 a 7 veces por semana. Según los expertos de esta Fundación, cuando existe un deterioro cognitivo los adultos mayores suelen realizar la siesta varias veces al día.

¿Se consideran las siestas diurnas excesivas como señales tempranas de demencia?

Según una investigación reciente, la respuesta a esta pregunta es afirmativa. Según un nuevo estudio, los adultos mayores acostumbrados a disfrutar de una siesta diaria o siestas ocasionales durante varias horas podrían ser más propensos a desarrollar la enfermedad de Alzheimer.

Al considerar los resultados de este estudio es importante, que las personas presten más atención a los cambios que se producen en sus hábitos de sueño a medida que envejecen. Sobre todo, si comienzan a realizar siestas cada vez más prolongadas o con mayor frecuencia.

Este estudio comprobó, que los adultos mayores participantes presentaron un 40% más de probabilidades de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Sobre todo, cuando realizaban la siesta a diario o prolongaban la siesta por más de una hora.

De hecho, los científicos pudieron observar que una vez que se desarrollaba esta enfermedad, tanto la frecuencia como la duración de las siestas se incrementaron.

Según los científicos es frecuente, que en el entorno de los adultos mayores se ignoren los comportamientos del sueño diurno. De hecho los resultados obtenidos establecen claramente, que un exceso de siestas diurnas puede ser un signo importante de riesgo para el padecimiento de Alzheimer.

Incluso, un incremento anual más acelerado de las siestas diurnas podría considerarse un signo de deterioro. Además de ello, podría también indicar una progresión clínica desfavorable de dicha enfermedad.

La investigación encontró, que en cada año transcurrido se produjo un incremento de la duración media de las siestas diurnas. Según las mediciones, se estableció un incremento anual de once minutos entre los adultos que no desarrollaron problemas cognitivos.

Este comportamiento era esperado por los científicos, debido a que las siestas tienden a ser más frecuentes con la edad. Ello está influenciado por diversos factores, a saber, las interrupciones del sueño para ir al baño.

La intensidad de la siesta como sinónimo de deterioro mental

En este estudio se cuantificó además, que quienes presentaban deterioro cognitivo leve durante el estudio mostraron un incremento anual equivalente al doble en la duración de las siestas. Es decir, se observó un incremento promedio de 24 minutos al día.

Es más, la duración de las siestas diarias se incrementó casi tres veces más rápido entre quienes desarrollaron enfermedad de Alzheimer. De acuerdo a las mediciones, se logró determinar una media de 68 minutos diarios.

Cabe destacar, que los científicos lograron establecer la relación entre la demencia y el exceso de siestas diurnas. Incluso, esto pudo mantenerse después de que los investigadores consideraran la calidad y cantidad de sueño nocturno.

Según los resultados aportados por los investigadores, ciertos factores no tuvieron influencia sobre la relación entre la siesta y el Alzheimer. A saber, las interrupciones del sueño y variación (cantidad o calidad) del sueño de un día a otro.

Este estudio fue publicado en la revista Alzheimer’s & Dementia en marzo de 2022. En este estudio participaron 1.400 personas, integrantes del Proyecto Rush de Memoria y Envejecimiento.

El mismo fue un estudio observacional, que a lo largo de 14 años midió los cambios en los parámetros (como duración y regularidad) de la siesta diurna de todos los participantes. Esto se realizo de manera objetiva mediante la actigrafía, que utiliza un pequeño sensor llamado actígrafo, el cual es colocado en el brazo no dominante.

Los investigadores sugieren, que se preste más atención a los patrones de sueño de 24 horas. Esto debe incluir tanto el sueño diurno como el nocturno, a fin de controlar la salud de los adultos mayores.

Concluyendo

Posiblemente nunca imaginamos, que la duración de la siesta pudiera esconder tantos secretos. Sobre todo, cuando su practica en ciertos lugares ha mostrado diversos beneficios sobre el rendimiento y eficiencia laboral. Ya es conocido, que la productividad a nivel del trabajo no se incrementa con el número de horas trabajadas.

De acuerdo a un estudio reciente se estableció, que los desequilibrios a nivel mental influyen sobre la calidad del sueño. Este efecto se ve incrementado, sobre todo en la población de adultos mayores.

De acuerdo a la opinión de los expertos de la Fundación Nacional del Sueño, más de cuatro siestas en 24 horas indica una inadecuada salud del sueño en adultos mayores.

En este interesante estudio los investigadores de la Universidad de Harvard y California en San Francisco, lograron corroborar dos hipótesis. La primera, que los participantes realizaban siestas más largas o más frecuentes a causa del envejecimiento.

Y la segunda, que cuando la enfermedad de Alzheimer progresa el cambio en el patrón de las siestas se modifica de forma acelerada. Para monitorear a los participantes a lo largo de 14 años, se empleó un sensor de movilidad.

El mismo se utilizaba dos semanas seguidas una vez al año. Además de ello, los participantes fueron sometidos a ciertas pruebas neuropsicológicas anuales. Por medio de ellas, se lograba evaluar la cognición.

Para Kaitlyn la información recibida, la cual comparto en el post, fue una buena noticia. Sobre todo porque su abuela, se encuentra en un estado privilegiado de salud, a pesar de contar con 83 años. El hecho de realizar siestas muy cortas no indicaba deterioro mental, al contrario, las siestas cortas son lo recomendable.

Esto alegró mucho a Kaitlyn y de hecho, compartió con su abuela acerca de su excelente estado de salud.

“Las siestas diurnas de las personas mayores son una parte normal del envejecimiento, pero también pueden presagiar la enfermedad de Alzheimer y otras demencias. Y una vez que se diagnostica la demencia o su precursor habitual, el deterioro cognitivo leve, la frecuencia y/o la duración de la siesta se aceleran rápidamente”

Dr. Yue Leng, MD, PhD

Universidad de California en San Francisco (UCSF)

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