¿Qué Impacto Tienen Las Emociones En Nuestra Salud?


Que las emociones y los pensamientos influyen en la salud, es un conocimiento que se tiene desde tiempos milenarios. De hecho, la medicina tradicional china considera que la emocionalidad conduce a respuestas fisiológicas.

Si las emociones se expresan dentro de ciertos límites normales, no causan ni enfermedades ni afectan el organismo.

Por el contrario, si intensas emociones de tristeza, dolor, ira, culpa, vergüenza, angustia y estrés se mantienen por largos períodos de tiempo, pueden causar daño a los sistemas internos, lo que abre la posibilidad de sufrir enfermedades.

El daño físico causado por emociones negativas es de gran interés para la medicina tradicional china.

Ellos lo explican como un desequilibrio del yin – yang que conduce a bloqueos del qi o energía vital.

Sin embargo, aun hay un largo camino por recorrer y mucho que investigar al respecto en la medicina occidental.

Incluso, muchos médicos niegan esta vinculación con lo que también niegan al ser humano como un ser integral en el que cuerpo, emociones y pensamientos están profundamente entrelazados.

El caso de Emilia  

Para mí, esta relación fue muy evidente cuando conocí a Emilia, hace unos años.

Emilia era una mujer de unos 35 años con un largo historial de enfermedades de diferentes tipos.

La mayoría de ellas relacionadas con sus sistemas neuroendocrino e inmune.

A pesar de haber recorrido varios médicos, Emilia no había logrado sanar, lo que condujo a serios problemas en su matrimonio y con sus hijos.

Su familia no era un lugar de paz, los conflictos sucedían con cierta regularidad a pesar de los esfuerzos de Emilia y su esposo por intentar tener armonía.

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Albert, el esposo de Emilia la amaba mucho y la acompañaba al médico cada vez que tenía oportunidad, pero su relación se volvía insostenible en un ambiente de continuos enfrentamientos.

Justo en esa época, Emilia se puso en contacto conmigo para conocer más de mi programa #YoPuedo con el fin de buscar prácticas alternativas para mejorar su salud.

Al conversar con ella en persona, percibí grandes conflictos y tristezas en su vida, así que le sugerí la visita a un psicólogo y terapista de familia.

A pesar de su renuencia inicial, Emilia, finalmente, aceptó acudir a un especialista. Con el tiempo, ella y yo coincidimos de nuevo y me contó un poco más de su vida.

Emociones y salud

Emilia nació en una familia disfuncional. Su padre era un hombre alcohólico y violento y su madre nunca pudo separarse de él.

Ella creció en un ambiente de sufrimiento y tristeza a merced de los arranques de ira de su padre y de temor de su mamá.

En la adolescencia cayó en prácticas autodestructivas. Con el tiempo, ella logró recuperarse, salir de su familia y comenzar la universidad. Se casó y formó su propio hogar.

Sin embargo, esos conflictos y los sentimientos de ira, tristeza y ansiedad la acompañaron durante mucho tiempo y minaron su salud.

Al acudir al especialista, Emilia pudo enfrentarse a los fantasmas del pasado e iniciar un camino hacia la sanación emocional.

Poco a poco, sentimientos de perdón hacia su familia por las situaciones que vivió y hacia sí misma, trajeron calma a su vida y a la de su familia.

Sentimientos de ira y angustia fueron sustituidos por serenidad, tranquilidad y paz.

La relación con Albert volvió a ser armoniosa y sus hijos pudieron disfrutar de una ambiente proactivo y equilibrado.

Lo impactante del caso de Emilia y Albert, es que muchas de las enfermedades y malestares que la habían agobiado en años pasados, cedieron y sus síntomas clínicos desaparecieron poco a poco.

Por supuesto, esto no ocurrió de la noche a la mañana.

Hubo recaídas importantes especialmente en el control emocional y del temperamento.

También en las manifestaciones clínicas, pero Emilia continuó trabajando  arduamente en su sanación emocional.

Este caso me causó mucha intriga y estudié durante un tiempo con profundidad la vinculación del estado emocional con las enfermedades somáticas y como las emociones impactan en lo biológico.

El cerebro: entre lo emocional y lo biológico  

El cerebro es uno de los órganos más estudiado y menos conocido del cuerpo.

Es la base y centro de operaciones, no solo de todos los sistemas biológicos, también de procesos cognitivos y complejas emociones.

La relación entre una base biológica del pensamiento y las emociones ha sido ampliamente estudiado, incluso por personajes tan lejanos como Galeno y Maimónides.

Sin embargo, hasta el momento solo han surgido teorías que luego fueron refutadas con mayores investigaciones.

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Esa es la razón por la cual el cerebro sigue siendo un misterio.

Sin embargo, nuevas técnicas de estudios cerebrales han detectado variaciones fisiológicas y químicas relacionadas con los pensamientos y los sentimientos.

Esto quiere decir que el cerebro ha reaccionado cuando la persona está ante situaciones tanto positivas como negativas, que le producen sentimientos y  pensamientos.

Estos estudios han vinculado el sistema neuroendocrino con el sistema inmune.

Y es que los científicos se dieron cuenta que es totalmente restrictivo estudiar la respuesta inmunológica separada de otros procesos orgánicos, incluyendo los emocionales.

Más bien, el enfoque multidisciplinario permite analizar el organismo como un todo y no dividirlo en áreas restringidas.

Los descubrimientos entre las emociones y la salud

Las emociones negativas son desagradables, incluso cuando son transitorias. Sin embargo cuando son crónicas, se vuelven peligrosas.

Las preocupaciones persistentes que viven muchas personas desde la infancia y que generan emociones negativas producen una gran cantidad de hormonas que conducen a cambios fisiológicos y químicos.

Es importante que sepas que las emociones negativas producen estrés y, a su vez, este genera una respuesta conocida como “luchar o huir”.

Cuando vivimos experiencias negativas nuestro cuerpo excreta una serie de hormonas que tienen como objetivo prepararnos para la supervivencia.

En la antigüedad esta respuesta era muy útil porque nos ayudaba a huir del peligro o a pelear.

Sin embargo, en la actualidad tendemos a generar este tipo de respuestas de forma permanente ante situaciones que nos enojan, indignan o entristecen sin que medie peligro alguno.

Gracias al estudio de la relación entre la salud psicológica y física, se ha determinado cuáles son las reacciones bioquímicas de las emociones negativas y qué daño producen.

Investigaciones sugieren, por ejemplo, que el estrés crónico producto de la angustia, la ira y el dolor eleva la tensión arterial.

Además, promueve la formación de depósitos que obstruyen las arterias y provoca cambios cerebrales que conducen a la ansiedad, la depresión y la adicción.

Por otro lado, conduce a la obesidad ya sea porque aumenta el apetito o porque disminuye el sueño y el ejercicio.

Respuesta bioquímica a las emociones

Cuando alguien tiene sentimientos de tristeza, culpa, ira o angustia la respuesta química se inicia en el cerebro.

En ese momento, la amígdala cerebral, qué es un área de este órgano que contribuye al proceso emocional, envía una señal de socorro al hipotálamo.

Este funciona como centro de comando y se comunica con el resto del cuerpo.

Esa comunicación la logra a través de neurotransmisores del sistema nervioso.

La idea de ese proceso es que la persona tenga la energía para luchar o huir.

El hipotálamo controla el sistema nervioso autónomo y este, a su vez, se encarga de las funciones corporales involuntarias. Por ejemplo, la respiración, los latidos cardíacos, la presión arterial.

También la dilatación constricción de vasos sanguíneos claves y de las vías respiratorias en los pulmones. Es como si el hipotálamo presionara el acelerador.

Así, le proporciona una explosión de energía para evitar los peligros percibidos, así sean emocionales y no físicos.

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Entre las glándulas activadas por el sistema nervioso autónomo están las glándulas suprarrenales.

Estos órganos excretan adrenalina al torrente sanguíneo para que esta hormona active diferentes funciones orgánicas.

Por ejemplo, el corazón se acelera y bombea sangre a los músculos, el pulso se acelera, al igual que la respiración.

Todas las vías respiratorias se abren y envían mayor oxígeno al cerebro.

Esto aumenta el sentido de alerta y agudiza los demás sentidos, especialmente el oído y la vista.

La adrenalina impulsa al hígado a liberar glucosa y grasas, y ambos nutrientes inundan el organismo y lo llenan de energía.

Si continua el estado de angustia, dolor y desesperación se libera cortisol.

En niveles bajos el cortisol produce depresión y cansancio.

Pero cuando se eleva entonces es responsable de taquicardias y nerviosismo.

Consecuencias de este proceso

Imagina toda esa respuesta  bioquímica producida por las emociones negativas, pero día tras día desde la infancia. Esta era la situación de Emilia.

Sin embargo, esto no es todo.

De tanto recibir estímulos de los neurotransmisores, los receptores de estas sustancias se vuelven insensibles.

Esto quiere decir, que requerirá una mayor descarga de hormonas para responder.

Es por esto que pequeñas situaciones de estrés conducen a respuestas dramáticas en personas que han vivido en esas condiciones.

Por otra parte, como ya viste, ante situaciones de estrés emocional o físico, el organismo emite una alerta de supervivencia.

Esto activa órganos relacionados a este proceso, pero abandona otras funciones que considera secundarias.Por ejemplo, la defensa contra microorganismos, células malignas y sustancias tóxicas.

Esto quiere decir que el sistema inmune queda totalmente desasistido de nutrientes e impedido de cumplir sus funciones.

De esta manera, el cuerpo no solo está afectado en sus funciones internas, sino también expuesto a ataques de enfermedades de cualquier tipo.

El equilibrio emocional

El caso de Emilia, más aquellos que conocí luego en mis investigaciones, es un ejemplo de cómo las emociones impactan en nuestro estado de salud.

Nuestro estado emocional predispone el organismo para sufrir de patologías y dificulta la acción de los tratamientos terapéuticos.

Por eso, salud no es solo ausencia de enfermedades, sino un estado de bienestar que incluye equilibrio emocional y psicológico.

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